Me enseñaste a no saber diferenciar
entre morir y sin tí estar
entre no tenerte y dejar la vida pasar
¿cómo quieres que ahora sepa olvidar?
Hiciste que nuestras noches fueran mis días,
que mi voz se abarrotara de estrías,
que mis susurros pareciesen letanías,
que tu cuerpo sugiriese cercanía...
Ahora paso mis horas echándote de menos,
sabiendo que de los malos momentos salen buenos,
abriéndome camino entre rayos y truenos,
de todas las tormentas que desencadeno...
Sólo mi luna sabe aplacar,
esa sed que me marchita,
haciendo que otra vez repita
mil "te quieros" sin cesar,
pues es contigo Cecilia
con quien siempre quiero estar...
Más larga será la buenaventura
si tú te crees todas mis locuras,
si al fin aceptas que la suerte es pura
y acaba viniendo al final de una senda dura...
Si se rompe por fin mi garganta,
la de éste que te quiere, que te canta,
de quien en las noches frías es tu manta,
de quien la vida se atraganta...
Llegará al fin tu sosiego
si antes de que me falte el riego,
verás que donde dije digo no diré Diego
pues si digo digo, digo es, no soy tan ciego...
Sólo mi luna sabe aplacar
esa sed que me marchita
haciendo que otra vez repita
mil "tequieros" sin cesar,
pues es contigo Cecilia,
con quien siempre quiero estar...
Y más tarde que pronto,
otro nuevo amanecer
esclavos del renacer
de los días que desmonto,
y así, con cara de tonto,
volverte a decir, adios, te quiero,
te echaré de menos, sin tí muero,
hablamos de nuevo pronto!!
Aitor Sorginak (9/05/07)
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